Bitácora Slow 1: La sabiduría de lo que resiste

“A veces, el secreto no está en exigir más a la vida, sino en amar lo que ya florece cerca de nosotros.”

Nos centramos tanto en lo que otros poseen, en lo que tienen, en lo que viven…

que a veces olvidamos quiénes somos.

Me encanta ver cuentas de jardines, huertos, de vidas verdes romantizadas al extremo.

Y, sin embargo, a veces miro mis propios rincones del mundo y me pregunto:

¿Por qué vivo en un lugar donde las heladas del invierno matan

y el verano, cada año más sofocante, nos arrebata el verde de la vida?

Miro mi jardín.

Veo cómo se quema bajo el sol.

Esas plantas en las que pongo tanto empeño para que crezcan…

y todas sucumben porque no están hechas para estar aquí.

Entonces suspiro.

Y decido: cuidaré solo de aquellas que sí viven y prosperan en este lugar,

con la dosis justa de amor.

Las plantas son como las personas.

Solo aquella que se acomoda a un lugar

no necesitará que entreguemos toda nuestra vida para verla florecer.

No bloqueará nuestro propio crecimiento.

Al contrario: con un poco de cuidado,

ella nos cuidará a nosotros.

Porque este es su lugar…

y también el nuestro.

Las aromáticas son así:

plantas mediterráneas que soportan el calor ardiente del verano

y el frío del invierno.

Y, a pesar de todo, nos regalan tanto…

Su aroma, su fuerza, su belleza discreta.

Todo aquello que nosotros, en nuestra fragilidad,

necesitamos para enraizar y seguir.

Porque a veces, lo que nos rodea

es lo más valioso que podemos tener.

Jardín con flores blancas y  perrita Schnauzer de color negro.

Mi Jardín Después de un Verano Abrasador - Chechu.Mj

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