Mi mente que no sigue el mapa: sensibilidad, neurodivergencia y el arte de sentir distinto

Hay personas que atraviesan la vida con mapas claros.

Y otras que, como yo, caminan con brújulas internas que apuntan a lugares invisibles.


Desde que tengo memoria, he sentido que mi forma de estar en el mundo era otra.

Que mis sentidos no filtraban como los de los demás.

Que mi cabeza pensaba por senderos imposibles de seguir con lógica lineal.

Que me afectaban cosas que a otros no les movían nada.

Que me dolía la tristeza ajena como si fuera mía.

Que los ruidos me agotaban, las luces me molestaban, los olores me sobrecogían.

Que no podía seguir una rutina sin distraerme, pero que necesitaba desesperadamente tener una.

Que quería encajar, pero no sabía nunca en qué molde.


Durante años pensé que era simplemente “demasiado”.

Demasiado intensa, demasiado emocional, demasiado distinta.

Y como muchas mujeres, llegué a creer que lo que me pasaba era tristeza, ansiedad, inseguridad…

Cuando en realidad lo que ocurría es que tenía una mente que no sigue el mapa de la mayoría.


Hoy puedo ponerle nombre a muchas de esas vivencias.

Y sé que no estoy sola.


Si tú también has sentido que el mundo es demasiado ruidoso, demasiado rápido o simplemente ajeno…

Si te has preguntado si hay algo en ti que no encaja, o si has sentido que tus emociones no caben en las casillas que te han dado…

Este artículo es para ti.


Aquí no solo voy a contarte mi historia.

También voy a compartirte lo que he aprendido sobre la neurodivergencia, la alta sensibilidad, el camuflaje femenino, el TDA sin hiperactividad, las altas capacidades artísticas y cómo todo esto se entrelaza en una mente creativa, intensa y profundamente humana.


🌿 No es un artículo técnico.

Es un mapa para quienes nunca tuvieron uno.

Es un lugar donde lo que sientes tiene nombre.

Y donde tu forma de ser empieza a tener sentido.




1. ¿Qué es la neurodivergencia?


(Y por qué entenderla puede cambiarte la vida)


Imagínate que el mundo fuera una gran orquesta.

Durante mucho tiempo, la partitura oficial ha sido una:

la de la mente considerada “neurotípica”,

esa que se regula con facilidad, aprende en línea recta, tolera bien los estímulos, mantiene la atención, se adapta con fluidez a las normas sociales, no cuestiona demasiado.


Pero hay otras mentes.

Las que desafinan con esa partitura, no por torpeza, sino porque están escritas en otra clave.

Mentes divergentes.

Creativas, intensas, profundas.

Mentes que sienten el sonido más alto, el dolor más hondo, el detalle más fino, la emoción más vibrante.


A eso llamamos neurodivergencia:

una forma distinta de procesar la realidad.

No mejor ni peor. Solo distinta.



🌿 Una definición sencilla (y verdadera)


El término neurodivergente lo acuñó la activista y escritora australiana Kassiane Asasumasu, y se popularizó gracias a la socióloga Judy Singer, como una forma de visibilizar a quienes no encajan en el modelo neurológico estándar.

Lo que propone la neurodiversidad es simple pero revolucionario:

que la diversidad neurológica forma parte natural de la especie humana, igual que la diversidad genética, corporal o cultural.


👉 Así como existen múltiples colores de piel, existen múltiples formas de pensamiento.

👉 Así como no hay una única manera de amar, no hay una única manera válida de percibir el mundo.


Ser neurodivergente no es una patología. Es una variación.

Pero como toda variación en un mundo poco inclusivo, puede convertirse en sufrimiento.



🧠 ¿Qué condiciones forman parte de la neurodivergencia?


El término engloba una amplia gama de perfiles, entre ellos:


  • Autismo (TEA): desde formas no verbales a formas de alta funcionalidad y camuflaje.

  • TDA/TDAH: trastorno por déficit de atención, con o sin hiperactividad.

  • Dislexia, discalculia y otras diferencias en el aprendizaje.

  • Altas capacidades intelectuales (cuando generan desajustes o disincronías internas).

  • Síndrome de Tourette, trastornos sensoriales, epilepsia, etc.

  • Alta sensibilidad (HSP): aunque no siempre se considera una neurodivergencia formal, muchas personas altamente sensibles se identifican dentro de este paraguas por su intensidad emocional, sensorial y procesal.



Cada una de estas condiciones tiene características distintas, pero comparten un eje común:

el cerebro funciona de forma diferente al patrón normativo esperado.


Y esas diferencias afectan de verdad a la vida diaria:

en el colegio, en el trabajo, en las relaciones, en la autoestima, en la salud mental.



🔍 ¿Y cómo se siente vivir con una mente neurodivergente?


No hay una sola respuesta.

Pero si te reconoces en esto, quizás te suene:


  • Pensar demasiado. Todo el rato.

  • Sentir cosas que no sabes explicar, pero que te atraviesan.

  • Tener mil ideas y no saber por dónde empezar.

  • Agobiarte con ruidos, luces o conversaciones superficiales.

  • Perderte en detalles que nadie más nota.

  • Cansarte de socializar, incluso con gente que quieres.

  • Olvidar tareas básicas pero recordar emociones con una nitidez casi física.

  • Sentir que no encajas, que finges, que hay algo “raro” en ti.



Para muchas de nosotras, entender que somos neurodivergentes ha sido un acto de reconciliación.

No es una excusa. No es una etiqueta vacía.

Es un punto de partida para dejar de pelearnos con lo que somos.



💬 ¿Y si lo que pensabas que era ansiedad o tristeza, fuera simplemente otra forma de ser?


Una de las realidades más duras es que muchas mujeres neurodivergentes no son diagnosticadas nunca.

Porque han aprendido a camuflar.

Porque han sido etiquetadas como “hipersensibles”, “despistadas”, “exageradas”, “dramáticas”, “inmaduras”, “intensas”…

Y detrás de esas etiquetas había una mente funcionando en otra lógica.

Una lógica profunda, divergente, a veces caótica, pero real.


🟠 Según estudios recientes, las mujeres con TDA o autismo son diagnosticadas en la adultez o nunca, y muchas veces con errores previos: trastorno límite, ansiedad crónica, depresión recurrente, trastornos psicosomáticos.


🟠 A esto se le suma el hecho de que muchas presentan también rasgos de alta sensibilidad, lo cual puede enmascarar aún más lo que hay de fondo.


Por eso es tan importante abrir esta conversación.

Porque a veces no necesitamos medicación ni reproches, sino comprensión.

Lenguaje. Validación. Tiempo para deshacernos del disfraz.



🪞La neurodivergencia no es solo un tema clínico. Es también una vivencia.


Más allá de etiquetas, diagnósticos o siglas, vivir con una mente neurodivergente es sentir que el mundo no está pensado para ti.

Y aun así, seguir creando tu lugar en él.

A tu ritmo. A tu manera.


En mi caso, descubrirlo ha sido como encontrar un mapa dibujado a mano.

Uno en el que por fin entendí por qué me dolía lo que me dolía.

Por qué me cansaba tanto lo que a otros no.

Por qué lo simple me costaba y lo complejo me fascinaba.


Si tú también sientes que no encajas, quizá no es que estés rota.

Es que eres divergente.

Y no hay nada más bello que una mente que crea sus propios caminos.




❌ “No todo el mundo es neurodivergente”: una aclaración importante


En los últimos tiempos, se ha puesto de moda decir que “todos somos un poco neurodivergentes”.

Y aunque entiendo la intención inclusiva, es importante aclarar algo con respeto:


No todo el mundo es neurodivergente.


La neurodivergencia no es lo mismo que tener días malos, distraerse a veces o sentirse sensible cuando algo duele.

Tampoco es una manera bonita de decir que somos emocionales o intensas.

No es una moda ni una etiqueta poética.

Es una realidad estructural del sistema nervioso.


Ser neurodivergente implica una forma distinta —profunda y persistente— de percibir, sentir, pensar y funcionar.

No de vez en cuando. No solo en momentos puntuales. Sino cada día, desde siempre.


👉 Lo que puede parecer una “distracción graciosa” en alguien neurotípico, en una persona con TDA es una barrera real que afecta a su día a día.

👉 Lo que en otros es “sensibilidad puntual”, en una persona altamente sensible puede ser una sobrecarga sensorial que la deja sin energía durante horas.

👉 Lo que se interpreta como “vergüenza” puede ser, en una persona autista, el resultado de años de aprendizaje forzado para parecer socialmente aceptable.


Y esa diferencia importa.


Porque si decimos que todos lo somos, dejamos sin voz a quienes han vivido a contracorriente durante años, pagando un precio alto por intentar encajar.


🌿 Validar la neurodivergencia es también saber diferenciarla.

Escuchar con atención. Comprender el fondo. No apropiarse de lo que no se vive, aunque duela reconocerlo.




2. La alta sensibilidad: una forma de existir con la piel abierta


Hay quienes viven con una especie de coraza natural.

Una barrera invisible que les permite moverse por el mundo sin que todo les atraviese.

Y hay otras personas —como yo— que nacimos sin esa coraza.


Sentimos más.

Procesamos más.

Nos afecta más.


No es algo que elegimos.

Tampoco algo que se pueda “educar” o corregir.

Es una configuración neurosensorial que viene de fábrica.

Y se llama Alta Sensibilidad.



🌿 Qué es ser una Persona Altamente Sensible (PAS)


El término lo acuñó la psicóloga e investigadora Elaine Aron en los años 90, tras décadas de estudio y observación clínica.

Las Personas Altamente Sensibles (PAS) tienen un sistema nervioso más receptivo, más permeable y más profundo en su procesamiento de la información sensorial y emocional.


👉 No significa que lloramos por todo.

👉 Ni que somos débiles.

👉 Ni que no sepamos gestionar lo que sentimos.


Significa que recibimos muchos más estímulos que la media, los analizamos a más profundidad y nos cuesta más recuperarnos cuando nos saturamos.


Según Aron, una PAS suele cumplir estas cuatro características principales (DOES en inglés):


  • D – Profundidad en el procesamiento: reflexionamos mucho, nos quedamos dándole vueltas a cosas que otros dejan pasar.

  • O – Sobreestimulación: nos saturamos con facilidad en ambientes ruidosos, caóticos o exigentes.

  • E – Alta emocionalidad y empatía: sentimos muy intensamente y conectamos profundamente con los estados emocionales de los demás.

  • S – Sensibilidad sensorial: sonidos, luces, olores, texturas, sabores… todo se percibe de forma más aguda.


Esto no es una opinión. Es un rasgo biológico que se ha estudiado en humanos y en más de 100 especies animales. Se estima que entre un 15 y un 20 % de la población nace con este rasgo.



🔍 ¿Cómo se diferencia de una persona sensible o empática?


Todos sentimos. Todos tenemos emociones.

Pero la alta sensibilidad no es una emoción puntual.

Es un modo de funcionamiento constante.


💡 Una persona puede ser amable o compasiva sin tener alta sensibilidad.

💡 Puede ser emocional en momentos clave, pero luego recuperarse sin problema.

💡 Puede emocionarse con una película, pero no quedar con el cuerpo roto durante días.


En cambio, cuando eres una PAS:


  • Te abruma un supermercado con música alta.

  • Te cuesta concentrarte si hay luces parpadeantes o alguien tose cerca.

  • Te afectan las peleas ajenas, incluso cuando no son contigo.

  • Te cansas socialmente muy rápido, aunque quieras estar presente.

  • Sientes el dolor de los animales como si fuera tuyo.

  • Lloras sin poder evitarlo cuando la música te toca.

  • Notas el ambiente emocional de una habitación en cuanto entras.

  • Te cuesta “desconectar” aunque el día ya haya acabado.



Y lo peor: muchas veces has intentado disimularlo.

Te has forzado a aguantar.

A sonreír cuando por dentro estabas saturada.

A quedarte cuando tu cuerpo pedía salir corriendo.


Porque nadie te enseñó que no todos los cerebros filtran igual.

Y que el tuyo no tiene filtro.



🎧 Cómo se siente vivir así: mi experiencia como PAS


En mi caso, la alta sensibilidad ha sido el hilo que lo explica todo.

Los enfados de niña por ruidos que los demás ignoraban.

El dolor físico cuando alguien gritaba.

La sensación de que el mundo era demasiado grande para lo pequeña que yo me sentía.

El miedo a decepcionar.

El amor inmenso por los animales, por lo justo, por lo bello.

La rabia de no poder evitar llorar.

La culpa de no ser “más fuerte”.

Las tardes encerrada después de una fiesta donde todo me desbordaba.


Ahora entiendo que no era debilidad.

Era mi sistema nervioso protegiéndose como podía.

Intentando sobrevivir en un entorno que no está hecho para los que lo sienten todo.


Y no te voy a mentir: ser una persona altamente sensible no es fácil.

Pero cuando lo entiendes, puedes empezar a cuidarte como necesitas.

Y eso cambia todo.



🤝 No es mejor ni peor. Solo es distinto.


Ser PAS no te hace mejor. Tampoco te hace peor.

Solo te hace diferente en la forma de procesar la vida.


Las personas neurotípicas también sienten, también sufren, también tienen días difíciles.

Pero la diferencia es que su umbral de estimulación suele estar más alto, y su sistema se regula con más facilidad.

No se les queda pegada una emoción durante horas.

No necesitan estar solas tras un café con amigas.

No entran en colapso tras un rato en un centro comercial.

Y si alguna vez lo hacen, no es su estado habitual.


Las personas altamente sensibles vivimos así siempre.

No es una emoción. Es un estado del sistema.

Una condición continua. Permanente. Orgánica.

Que, mal comprendida, puede llevarnos a pensar que algo en nosotras está mal.

Y que, bien comprendida, se convierte en un faro. Una guía.



🌸 La belleza de vivir con alta sensibilidad


Con el tiempo, he aprendido que mi sensibilidad no es una carga, sino un don que necesita cuidado.

Me permite ver belleza donde otros pasan de largo.

Conectar profundamente. Crear desde la emoción.

Cuidar de lo vivo. Notar lo invisible.

Escribir, dibujar, filmar… no como una técnica, sino como una forma de traducir lo que siento.


No siempre es fácil.

Pero cuando por fin comprendes quién eres, puedes dejar de luchar contigo.

Y empezar a construir un mundo a tu medida.


🌿 Si tú también te sientes así, no estás sola.

Aquí hay un refugio. Y palabras que quizás te ayuden a explicarte.

Porque la sensibilidad, cuando se entiende, se transforma en fuerza.




3. Cuando se entrelazan los hilos: sensibilidad, autismo, TDA y altas capacidades


No siempre es fácil ponerle nombre a lo que somos.

A veces no hay una sola palabra, ni un diagnóstico cerrado, ni una casilla que nos contenga.

A veces hay hilos… muchos hilos… que se cruzan dentro de una misma persona.

Y que al entrelazarse crean una forma única de estar en el mundo.


En mi caso, esos hilos son la alta sensibilidad extrema, un TDA sin hiperactividad (TDA-SH), algunos rasgos muy camuflados del espectro autista y unas altas capacidades artísticas que nunca pudieron desarrollarse del todo en mi infancia.

Y lo comparto aquí no como una etiqueta, sino como una forma de mostrarme tal cual soy, para que otras mujeres que viven algo parecido se sientan menos solas.



🌿 ¿Cómo se vive con todos estos hilos a la vez?


La alta sensibilidad es mi raíz.

Todo parte de ahí. Mis sentidos lo notan todo. Mis emociones lo absorben todo.

Mi mente procesa las cosas a un nivel que a veces me agota.

Puedo quedarme durante horas reflexionando sobre una conversación, reviviéndola, sintiendo cada matiz.


A eso se suma el TDA sin hiperactividad, ese que muchas personas no entienden porque no es visible.

No me muevo sin parar. No soy impulsiva.

Pero tengo una parálisis ejecutiva que me deja bloqueada.

Olvido las tareas más básicas, incluso las que deseo hacer.

Me distraigo con facilidad, pero si algo me interesa, me obsesiono.

Y eso… eso se llama hiperfoco.


Lo que para otros es un olvido puntual, en mí es una lucha diaria.

Puedo dejarme los billetes de tren, olvidar una cita, no recordar lo que desayuné…

Y al mismo tiempo, tengo una memoria larguísima para lo emocional, para lo visual, para lo simbólico.


Mi mente se dispara con facilidad hacia soluciones creativas.

Recuerdo de niña haber resuelto un problema de zapatos que me hacían daño con unas bridas del coche.

Y eso es algo que se repite: cuando algo me importa, encuentro formas de resolverlo poco convencionales.

Pienso “fuera de la caja”, aunque eso me haya hecho sentir siempre… fuera del grupo.


Desde pequeña, se detectaron altas capacidades intelectuales en mí.

Pero acabé siendo un fracaso escolar muy marcado.

Nadie entendía cómo podía detectar patrones complejísimos en un test y no saber hacer una suma sin perderme.

Porque nadie entendía que mi mente no sigue el mapa lógico habitual.

Y mucho menos cuando a eso se le suma una altísima sensibilidad emocional.


Y luego están los rasgos autistas camuflados.

Que no son todos. Pero sí algunos muy concretos:


  • La carga social tras reuniones.

  • La necesidad extrema de rutina (aunque el TDA me impide sostenerla).

  • El bucle mental tras una conversación que no cerré bien.

  • El ensayo social: haber aprendido a comportarme como se espera, a copiar lo correcto.

  • El dolor profundo ante la injusticia o la crueldad, sobre todo con animales o personas vulnerables.

  • La dificultad para saber qué me gusta de verdad… y qué hago solo para encajar.



Durante muchos años, me he camuflado.

He intentado parecer más “normal”, más llevadera, más femenina, más social, más estable.

He vivido con la culpa de no ser lo que se esperaba.

He disfrazado mi sensibilidad.

He enterrado mi forma de hablar, de moverme, de estar.

Y eso, con el tiempo, me costó ansiedad, tristeza, enfado y una desconexión muy profunda conmigo misma.



💬 ¿Y cómo lo sé?


Porque he estado en consulta.

Porque he llorado, he preguntado, me he informado, y sigo en proceso.

Porque la psicología bien orientada es una brújula inmensa cuando no sabes por qué el mundo te abruma tanto.


No soy psicóloga. No vengo aquí a diagnosticar a nadie.

Solo quiero compartir mi experiencia como mujer altamente sensible, con rasgos neurodivergentes y una mente creativa que durante años creyó que algo en ella estaba mal.


Y si algo tengo claro, es esto:

Un buen psicólogo puede cambiarte la vida.

A mí me ha ayudado muchísimo.

Y a mi hija Luna, que también tiene una sensibilidad muy marcada y unas capacidades visuales preciosas, la están acompañando con un cariño y una comprensión que me conmueve.

El propio colegio fue quien nos derivó a un centro especializado, y es una de las mejores decisiones que hemos tomado como familia.


No se trata de poner etiquetas.

Se trata de nombrar lo que vives para poder sostenerlo con amor.



🤍 Lo que quiero que se entienda


No todo el mundo es neurodivergente.

No todo el mundo siente igual.

Y eso está bien.


Pero cuando hay algo dentro de ti que te hace sentir constantemente sobrecogida, agotada por estímulos que a otros no les afectan, cuando te cuesta organizarte aunque lo deseas profundamente, cuando vives en bucles mentales o no sabes cómo empezar tareas que te importan…

Quizá no se trate de debilidad, ni de pereza, ni de un mal carácter.

Quizá solo necesitas comprender tu funcionamiento.


Y ahí empieza el verdadero cambio.

Cuando te das cuenta de que no estás rota, sino que has estado usando un mapa que no era el tuyo.




4. 🌱 Una raíz que vuelve a crecer


Después de todo este recorrido —las definiciones, los matices, las vivencias, las etiquetas y los desbordes— hay algo que queda claro: esto no es el final de un diagnóstico, sino el comienzo de una comprensión más profunda de quiénes somos.


A veces, solo hace falta ponerle nombre a lo que siempre estuvo ahí.

Y ese nombre no es un límite, sino una raíz.

Una raíz que, al ser comprendida, puede empezar a crecer en dirección verdadera.


Yo he tardado muchos años en entender mi forma de procesar, de emocionarme, de crear, de estar en el mundo.

Me costó muchos silencios, muchas crisis, mucha ansiedad mal entendida, muchas veces en las que sentí que era un fallo.

Pero cada pedacito que he ido descubriendo me ha devuelto algo que ni sabía que había perdido: la posibilidad de estar en paz conmigo.


Si tú también estás en este proceso de redescubrimiento —si estás sospechando, intuyendo, sintiendo que hay algo en ti que merece ser mirado con más ternura—, entonces esta entrada es también tuya.


✨ Puedes compartirla con quien necesite poner nombre a lo que siempre sintió.

Y si quieres, puedes contarme cómo lo vives tú.

Te leo desde esta mente que no sigue el mapa. 🤍


🌿 Para seguir profundizando


Libros, artículos y recursos para mujeres sensibles y neurodivergentes


A veces, cuando algo dentro de nosotras empieza a despertar —una sospecha, una emoción intensa, una forma de entender distinta—, necesitamos ponerle palabras. Darle contexto. Saber que no estamos solas.


Por eso he querido dejarte aquí algunos libros y recursos que a mí me han servido o que considero valiosos para seguir comprendiendo este universo de la sensibilidad profunda, el TDA, las altas capacidades creativas y los distintos perfiles neurodivergentes.




📚 Libros recomendados


1. Soy neurodivergente — Carolina Muñoz

Una guía cálida y directa escrita desde la experiencia personal. Explica qué significa vivir con una mente distinta, y cómo cuidarse sin juzgarse. Ideal si estás empezando a sospechar que lo tuyo no es “simple ansiedad”.


👉 Disponible aquí en Amazon (formato ebook)


2. Neurodivergentes: las capacidades detrás del diagnóstico — Editorial CEPE

Con un enfoque educativo, este libro ayuda a entender que detrás de etiquetas como TDAH o autismo pueden existir talentos preciosos. Muy recomendable para familias y educadores.


👉 Editorial CEPE - ficha del libro


3. Mente divergente — Jenara Nerenberg

Aunque no es una guía clínica, esta obra recoge historias de mujeres que han vivido ocultando su neurodivergencia, camuflándola con ansiedad, autoexigencia o fatiga emocional. Muy revelador.


👉 [Búscalo en tu librería o en plataformas como Casa del Libro]




🧠 Artículos y estudios accesibles


1. La doble excepcionalidad: Altas capacidades + TDA o autismo

Publicado por la UNIR. Explica qué pasa cuando las personas tienen talento en unas áreas, pero dificultades en otras. Muy útil para entender perfiles irregulares como el mío o el de mi hija.


2. El cerebro neurodivergente y sus ritmos

Artículo divulgativo para comprender cómo funcionan las redes cerebrales en personas con alta sensibilidad, pensamiento visual o emocional profundo.


3. TDAH y altas capacidades: Cómo detectarlo

Explora cómo el TDAH puede estar enmascarado por una alta capacidad artística o intelectual, y cómo afecta eso al diagnóstico y la autoestima.



🖥 Espacios y blogs que acompañan


🌿 Mamá Valiente (Bea Sánchez)

Una de las voces más sensibles y claras sobre neurodivergencia femenina, maternidad slow y vida desde lo atípico. Tiene recursos preciosos sobre cómo organizarse cuando tu mente no sigue el ritmo neurotípico.

👉 https://www.mamavaliente.es


🌸 Proyecto Talentum

Espacio educativo para familias con niños con doble excepcionalidad: altas capacidades + TDAH o TEA. Tiene artículos, guías y cursos de formación.

👉 https://www.programatalentum.es


📖 CuentAutismo

Antología de cuentos para explicar la neurodivergencia a los niños y niñas desde la sensibilidad. Perfecto si quieres introducir estos temas a peques en casa.

👉 https://es.wikipedia.org/wiki/CuentAutismo



🪷 Notas desde mi experiencia personal


Ningún libro sustituye a una buena terapia con profesionales que entiendan lo que es vivir desde una alta sensibilidad o con una mente neurodivergente.

En mi caso, trabajar con psicólogas especializadas me ha ayudado a reconstruirme.

Y también ver cómo mi hija recibe ese apoyo desde pequeña me llena de esperanza.


Así que si algo de lo que has leído hoy te ha resonado, no lo dejes pasar.

Tienes derecho a entenderte, a cuidarte, y a volver a casa —a tu casa interna— sin sentirte un error.





✨ Gracias por leer.


Puedes compartir esta entrada con quien necesite poner nombre a lo que siempre sintió.

Y si quieres, puedes contarme cómo lo vives tú.

Te leo, desde esta mente que no sigue el mapa.

Siguiente
Siguiente

Bitácora Slow 1: La sabiduría de lo que resiste